"Todavía no me lo creo, he estado a punto de tirar la toalla muchas veces"
Sonia Valcárcel, de Becerreá, es una de las pocas sordas en titularse como ingeniera civil, una carrera también de superación de las barreras que aún existen ante la discapacidad auditiva
Fuente: EL PROGRESO N.N. 13/MAR./23
El título de graduada en Ingeniería Civil que la becerrense Sonia Valcárcel acaba de lograr es distinto a cualquier otro. Pesa más, brilla más, significa más y apunta a otra carrera, la que una persona sorda tuvo que asumir, con cientos de obstáculos, para por fin lograrlo. "Todavía no me lo puedo creer, porque muchas veces he estado a punto de tirar la toalla, pero ahora soy feliz al ver que se ha cumplido uno de mis sueños", comenta una de las pocas sordas titulada en este grado en todo el Estado.
La carrera que hoy concluye esta mujer oriunda de Penamaior sería impensable, de hecho, para una persona sorda de una generación anterior a la suya. El reconocimiento jurídico de la Lengua de Signos Española (LSE) y catalana no llegó hasta el año 2007, y con él la regulación de los medios de apoyo a la comunicación de las personas sordas, como, por ejemplo, el derecho a un intérprete en la universidad.
Aún así, las barreras, invisibles para las personas con discapacidad auditiva, siguieron estando ahí. "La dificultad más grande fue durante los exámenes. Muchas veces los profesores dieron indicaciones en el momento de las pruebas de las que yo no me pude enterar o lo hice tarde, o incluso corrigieron algo en relación al mismo enunciado de las preguntas. Siempre tuve que insistir mucho, antes de cada examen, en que era una persona sorda, para recibir las instrucciones que recibían los demás. Por otro lado, fue triste también no poder participar en muchas formaciones que no contaron con los servicios de interpretación. Hay muchas situaciones de este tipo, pero estas son las más destacadas", lamenta Valcárcel.
Obstáculos
Por otro lado, no fueron pocos los reveses en el camino. Uno de ellos fue cuando el Ministerio de Educación le denegó la beca en el 2017 por quedarse a dos décimas del 6,5 que necesitaría para lograrla, a raíz de los recortes en la política de becas implantados en 2012.
Valcárcel, en aquel momento, protestó ante esa injusticia. "Las personas sordas tenemos más dificultades para estudiar", comenta. Eso no quiere decir, aclara, que la lengua de signos no se equipare a la oral en posibilidades de expresión, sino que plantea los mismos problemas de traducción que cualquier otra.
De hecho, uno de los proyectos que tiene Sonia es crear un diccionario de signos de palabras técnicas de Ingeniería Civil. "Por poner un ejemplo, no hay signo para "estribo"", comenta. Pero, para que la universidad sea accesible a la comunidad sorda, Sonia reclama más formación para los docentes e implantación de nuevas tecnologías. "Por ejemplo, pedimos que, si los profesores no suben los apuntes o las diapositivas a las plataformas que usamos, podamos grabar la clase para transcribirla a texto", añade.
Estos son algunos de los motivos por los que Sonia tachó en su momento de injusto el acceso a las becas. De hecho, para continuar estudiando pasó por momentos difíciles, también a nivel económico. Con una pensión no contributiva por su discapacidad y el esfuerzo de su familia, titular de una pequeña explotación ganadera, pudo gozar más tarde de las becas de la Comunidad de Madrid. "Ahora por fin pude celebrar con mis padres esta buenísima noticia. Y con mis amigos, que me apoyaron en este tiempo", dice.
Sonia Valcárcel es, por tanto, una pionera. "Otra alumna sorda, que conozo, ha terminado antes que yo, y ahora somos compañeras de máster. Que yo sepa, somos de las pocas en España", dice. El máster que empezó, el pasado mes de septiembre, es de Caminos, Canales y Puertos. Sus perspectivas son "ampliar los conocimientos técnicos en estas áreas y poder realizar prácticas en empresas, para luego trabajar como ingeniera civil en empresas que no pongan impedimientos por mi sordera".
De todas las reivindicaciones que Sonia mantiene, la más importante tal vez sea la de "dejar de etiquetar a las personas sordas como "pobres", pensando que no tenemos capacidad para desempeñar una profesión como cualquier otra persona, y tener que ceñirnos a trabajos con menos cualificación", comenta. "Con todos mis respetos para estos trabajos, no pueden ser nuestro único horizonte. Por eso, mi mayor deseo es que se de la máxima visibilización a este y a otros colectivos, y que se rompan las barreras para comunicarnos", indica.