Fuente: La Voz de Galicia. FERNANDA FOLLANA, 07 de junio de 2015
Los gallegos conocen más marcas de ron o ginebra que de aguardiente, muy sensible a la competencia del garrafón y los licores caseros. Será porque nadie es profeta en su tierra, que tampoco lo es el orujo. Será porque es Galicia el país por excelencia del aguardiente y exportadora del universal conxuro da queimada, que cualquier gallego lego en licores nombrará más marcas de ron o ginebra que de orujo.
Como consecuencia de esta falta de cultura del aguardiente, mientras en los bares gallegos se hace referencia a la marca cuando se pide un whisky o un vino tinto, los nombres genéricos de orujo, licor café o aguardiente de hierbas son los habituales en las comandas. Y ello a pesar de que solo bajo la denominación de origen Orujo de Galicia hay 85 marcas diferentes que destilan «orujos y lías» de uvas cosechadas en nuestra comunidad para obtener aguardiente, una «bebida espirituosa», según la definición del propio Consello Regulador, porque se lleva el «espíritu del vino» o por sus «connotaciones rituales y mágicas».
La destilería Tiempo y Paciencia de Becerreá produce aguardientes y licores con dos marcas: Gota a Gota, dentro de la denominación de origen Orujo de Galicia, y Chupito. Ana Isabel Fernández-Pacheco, la responsable de la firma, destaca el hecho de que no se demanden marcas como una muestra de la escasa valoración de la bebida, que atraviesa además una situación complicada en el mercado. «Por un lado está la competencia del aguardiente llamado casero, que no tiene las licencias que exige la ley; y, por otro, la del aguardiente de imitación, que se vende en garrafas y se trasvasa a botellas con distintas etiquetas. Los procesos de elaboración de ambos no cumplen los preceptivos controles sanitarios, con los riesgos que esto acarrea para su consumo», expone Fernández-Pacheco.
La empresaria madrileña afincada Becerreá piensa que la solución pasa sobre todo por «prestigiar el orujo gallego», equiparando su valoración a la de otros alcoholes blancos, menos sensibles por ello a las competencias desleales. «Todos los orujos no son iguales, pues la diferencia de calidad es mucha, dependiendo de los procesos de elaboración. Al cliente hay que darle la posibilidad de elegir», reivindica.
Buena respuesta hostelera
Tiempo y Paciencia quiere ser profeta en su tierra y para ello ha ideado una estrategia de mercado dirigida en primer término a los establecimientos hosteleros de Becerreá y Os Ancares. Bajo el nombre de la bodega de licores ofrece un paquete degustación de seis variedades diferentes de orujo. «No me esperaba una respuesta tan buena; solo en el Concello de Becerreá la mayoría de los 30 bares ya han aceptado», continúa. Fernández-Pacheco ha calculado que la diferencia entre el aguardiente que su empresa oferta y los ilegales oscila entre 25 y 35 céntimos por chupito y quiere convencer a los restauradores de que ofertar calidad es rentable: «Estamos haciendo un precio muy bueno que deja a los hosteleros bastante margen».
Por otro lado, está lo atractivo del lote degustación, que incluye dos novedosas y originales recetas a partir del orujo base: limonciño, un licor inspirado en el limoncello italiano, y pacharán, a base de endrinas que en la montaña se conocen como «ameixa de can». La exquisita bodega de licores se completa con aguardiente blanco, crema, hierbas y licor café, tradicionales licores.
La responsable de Tiempo y Paciencia pretende con esto dar un paso para prestigiar la bebida gallega por excelencia, empezando por que se conozca, valore y consuma en casa. «Vista la aceptación, estamos trabajando ya en la ampliación del ámbito geográfico de la oferta», concluye Fernández-Pacheco.
ideas para fomentar la producción local
El aguardiente de Becerreá es entre 25 y 35 céntimos más caro por chupito que el ilegal