Fuente: La Voz de Galicia (24/06/2010) El yacimiento descubierto en una cantera del municipio ha proporcionado ya uno de los conjuntos de fauna del Pleistoceno más abundantes y variados de Galicia |
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Todavía no se sabe si las excavaciones que se realizan actualmente en el yacimiento descubierto en la cantera de la empresa Campesa, en Becerreá, depararán nuevos hallazgos. Lo que sí se se puede afirmar es que este lugar ha proporcionado ya uno de los depósitos de fauna cuaternaria más abundantes y variados que se conocen en Galicia. La voladura que reveló la existencia de la cueva que está siendo investigada ahora por los arqueólogos -y que al mismo tiempo fue destruida en su mayor parte por la explosión- puso al descubierto una gran cantidad de restos de numerosas especies animales cuyo estudio puede suministrar datos de gran valor sobre la evolución del medio ambiente en la montaña lucense.
Una de las mayores singularidades de este yacimiento consiste en que contiene numerosos fósiles de rinoceronte. Estos restos ya han sido identificados como pertenecientes a la especie Dicerorhinus hemitoechus , un tipo de rinoceronte extinguido muy característico de la fauna europea del Pleistoceno. El arqueólogo Manuel Vaquero, director de las excavaciones, señala que esta especie es la más abundante entre los animales de gran tamaño que se han localizado en el yacimiento. «Es muy curioso que apareciesen tantos restos de rinoceronte en una cueva, porque estos animales no frecuentaban precisamente las cavernas, en las que lo más normal es encontrar restos de osos y otros carnívoros», señala. Lo más lógico es suponer que estos animales fueron arrastrados al interior de la cueva por carnívoros que los consumieron, aunque también cabe la posibilidad de que algunos de ellos cayesen accidentalmente dentro de la cavidad a través de simas o pozos naturales abiertos en la superficie del terreno.
La peculiaridad del hallazgo resulta mayor si se tiene en cuenta que esta especie, a menudo denominada rinoceronte de las estepas, se considera característica de los espacios llanos y abiertos. «En este caso han aparecido en un contexto de montaña, lo que le añade mucho interés al yacimiento, porque es una ubicación bastante poco común», apunta Vaquero.
En el lugar se han encontrado también vestigios de otras especies extinguidas o desaparecidas del continente hace miles de años. Entre ellos hay fósiles de león, hiena y pantera europea, una subespecie extinta del leopardo. De esta última se ha podido hallar una mandíbula completa y en buen estado de conservación que Vaquero califica como «una pieza de museo muy notable». La colección comprende asimismo un buen número de fósiles de oso, un animal mucho más fácil de encontrar en hábitats de tipo cavernario.
Otros herbívoros
Además de los mencionados rinocerontes, el yacimiento proporcionó fósiles de diferentes tipos de herbívoros, como caballos y bóvidos. Entre estos últimos figuran los restos de un ejemplar que podría tratarse de un bisonte o bien de un uro o toro salvaje. Los primeros restos de uro conocidos en Galicia fueron hallados recientemente en una caverna caliza de la sierra de O Courel por investigadores de la universidad coruñesa.
Los animales de pequeño tamaño, testigos de gran valor para detectar cambios climáticos
Los responsables de las excavaciones de Becerreá -encuadradas en el proyecto de investigación de los poblamientos paleolíticos del sur lucense que coordina la Universidade de Santiago desde hace cuatro años- consideran que el estudio de los fósiles hallados en este yacimiento pueden suponer un importante avance para la reconstrucción de los cambios climáticos y ambientales que se produjeron en el noroeste peninsular durante cientos de miles de años.
En este aspecto son de especial interés los numerosos restos de microfauna que se han encontrado en el yacimiento, junto con los de muchos animales de gran tamaño. La investigación de los fósiles de animales pequeños -como ratones y topillos- son especialmente importantes para detectar las transformaciones medioambientales, ya que estas especies son muy sensibles a los cambios de clima y vegetación. Su presencia o su ausencia en un yacimiento determinado puede ser de gran ayuda para saber si este corresponde a un período más frío, más cálido, más húmedo o más seco.
Dos posibles etapas
El examen preliminar de la fósiles de animales pequeños ya ha permitido a los investigadores diferenciar en el yacimiento de Becerreá dos etapas distintas, en las que parecen haberse registrado diversos cambios en la fauna, la vegetación y las condiciones climáticas. «La hipótesis que nos planteamos es que una parte de estos fósiles pertenece a un período más reciente, de entre 90.000 y 100.000 años, que correspondería a los inicios del Pleistoceno Superior», explica Manuel Vaquero. «Otra parte podría pertenecer a una etapa más remota, de finales del Pleistoceno Medio, de entre 150.000 y 200.000 años de antigüedad», añade.
Los restos de rinoceronte estepario hallados en la cantera también pertenecen a una época muy diferente de la que conoció el rinoceronte lanudo ( Coelodonta antiquitatis ), otra especie extinta de la que se hallaron vestigios el en el 2008 en el cercano yacimiento de la cueva de Valdavara. Este último vivió en plena glaciación, en épocas de frío extremo, mientras que el primero es típico de etapas más cálidas registradas en el Pleistoceno Medio.
Cerca de un millar de vestigios de animales que pueden tener entre 100 y 200.000 años
Aunque las excavaciones que se realizan actualmente no produzcan ningún resultado, el yacimiento de Valdavara III ya habrá proporcionado materiales de gran valor para el estudio del pasado remoto de la montaña lucense. Entre los cascotes de la voladura, los investigadores recogieron cerca de un millar de fragmentos de fósiles de diversas especies animales de gran porte -oso, león, rinoceronte, hiena, caballo- y otros de pequeño tamaño, como ratones y topillos. Estas piezas están siendo sometidas a análisis radiométricos en Estados Unidos para determinar su antigüedad pero los científicos ya han estimado que esta fauna, en su mayor parte, puede datar de entre finales del Pleistoceno Medio e inicios del Pleistoceno Superior. «Pensamos que la mayoría de ellos tienen entre 100.000 y 200.000 años y en todo caso, sabemos que tienen menos de 450.000 años», precisa Vaquero.
Junto con estos fósiles, que pueden suministrar mucha información sobre el medio ambiente y el clima de esos períodos, los investigadores encontraron una decena de piezas arqueológicas que por su aspecto pueden pertencer al Paleolítico Medio antiguo. Por lo tanto, probablemente son obra del hombre de Neandertal.
Origen desconocido
Lo que no han podido determinar los científicos es cómo fueron a parar estos restos biológicos y arqueológicos al interior de la cueva. «Es muy posible que la cavidad estuviese abierta durante períodos prolongados y que fuese ocupada por animales y humanos, pero una parte de ellos también pueden haber caído dentro de la cueva a través de simas o pozos abiertas en el terreno por encima de ella», indica el responsable de las excavaciones.
Los investigadores, por otra parte, opinan que la caverna es solo una parte de un sistema cárstico de grandes dimensiones del que también formaría parte la cueva de Valdavara -situada a unos quinientos metros monte abajo-, donde se harán nuevas excavaciones el mes próximo. En el corte creado por la voladura ha quedado también al descubierto la boca de otra cavidad que, en opinión de Manuel Vaquero, podría llegar a grandes profundidades en el interior de la montaña.