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A Montaña aterrorizó a los ‘gabachos’

A Montaña aterrorizó a los ‘gabachos’

Novas
Prensa

Fuente: El Progreso (24/05/2008)
La zona luchó con denuedo en 1809 contra los franceses, que expoliaban sus recursos.
La oportuna salida a la luz del diario del capitán Gerard —un miembro del ejército francés que documentó la incursión de las tropas galas en España desde Burdeos durante la Guerra de Independencia— custodiado durante los dos últimos siglos por una familia becerrense de Vilar de Ousón contribuye a poner el bicentenario de la Guerra de la Independencia en la agenda lucense y recuerda que la provincia sufrió también el paso de los franceses, que no se llevaron buen recuerdo del paisanaje.
El diario fue requisado por Gabriel Fernández, ‘o terror dos gabachos’, un sobrenombre bastante recurrido en la época, según el historiador ourensano Juan Manuel Osuna Rey, autor de la tesis ‘Los franceses en Galicia: Historia militar de la Guerra de Independencia en Galicia (1809)’. «En la zona de A Fonsagrada, Burón y Becerreá había mucha gente a la que llamaban así», señala, por su ahínco en la lucha antifrancesa.
No era sólo una cuestión ideológica, apunta, sino de pura supervivencia, y el ensañamiento no sólo lo reservaban para los franceses, sino que también a los ingleses, supuestos aliados del levantamiento español, se les hizo saber que sus maneras no eran bien recibidas. «Los ingleses iban en retirada y no tenían intendencia, por lo que robaban y saqueaban lo que podían; en Cacabelos se bebieron todo el vino», apunta Osuna; y los franceses por su parte, aplicaban la máxima de Napoleón de que «un ejército tiene que vivir de lo que conquista». Así las cosas, a los lugareños no les quedaba más remedio que aplicarse en la lucha «para salvar lo suyo», explica Osuna.
Precisamente esta defensa denodada podría explicar, según este doctor en Historia, la salida de las tropas de los mariscales franceses Soult y Ney en junio de 1809, seis meses después de su llegada a Galicia persiguiendo al general Moore. «Ellos dicen que se van porque los llama el Rey, pero estaban asustados», asegura Osuna. Los soldados «temían quedarse atrás, porque los paisanos los apresaban y les aplicaban la ‘dorma grande’», que consistía en que «a los cristianos les dejaban rezar antes de ejecutarlos; para los que no lo eran, la muerte era inmediata».
Pero no todo fue hostilidad.En la capital, señala Osuna, «el obispo de Lugo recibió bien al mariscal Soult cuando entró en la ciudad, porque los ingleses habían saqueado y quemado iglesias».

Documento. Juan Manuel Osuna indica que el relato del capitán Gerard no puede aportar luz sobre la Guerra de la Independencia en Galicia, pues termina seis meses antes de que la contienda cruce Os Ancares, Sin embargo, sí podría ayudar a investigar «la campaña general de los movimientos franceses».
Osuna señala que el diario pudo haber aparecido en Os Ancares porque hay constancia de que los franceses «fueron atacados en Doncos y su autor pudo perderlo allí». Otro de los enclaves importantes en la retirada de las tropas de Moore hacia A Coruña, con los franceses en los talones, fue Cruzul (Becerreá) donde tenían que cruzar el puente sobre el río Narón. Los anglosajones intentaban en lo posible quemar estas pasarelas para retrasar a los enemigos, pero en Cruzul no hubo opción.
La vanguardia francesa tuvo una «escaramuza» con la retaguardia inglesa y el puente aún existe.

Batallas. De todos modos, las verdaderas batallas en la provincia de Lugo se vivieron cerca de la ciudad, en A Tolda y As Gándaras, en la costa y en Monforte, «verdadera ciudad mártir», apunta Osuna.

Del marqués de La Romana, que también aparece en uno de los documentos hallados en Becerreá, asegura Osuna que el sobrenombre de ‘marqués de las Romerías’ no se debe a su vida disoluta, sino a que «se movía mucho y muy rápido». En el capítulo de anécdotas, este historiador relata la pérdida de un tesoro en O Cereixal, donde los ingleses tuvieron que desprenderse de 2,4 millones de reales en dólares de plata. «Los bueyes no podían con el material», así que lo tiraron para aligerar carga y de él se beneiciaron «los franceses que vinieron después», cuenta.

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