Fuente: La Voz de Galicia (12/01/2014)
Hace ahora un año, el nombre de Lamas traspasó fronteras y se convirtió en el símbolo de una lucha vecinal que finalmente llegó a buen puerto. En esta aldea de Becerreá, José Luis Díaz encabezó una resistencia para impedir que la APLU (Axencia de Protección da Legalidade Urbanística) de la Xunta derribase su casa, construida hace trece años por su padre, en suelo rústico de especial protección agropecuaria y sin licencia. Más de 150 vecinos se sumaron a su causa.
Y, entre todos, haciendo guardias durante semanas y promoviendo actos reivindicativos, lograron su propósito: que la casa pueda legalizarse. Quienes apoyaron a José Luis, y el propio José Luis, pedían precisamente eso, permitir la legalización de la casa -algo posible con la aprobación del PXOM o con una delimitación de núcleo, que es lo que finalmente salvó a la vivienda- en lugar de terminar con la ilusión de la familia de este becerrense a través de la demolición.
Pero quedan dos flecos por resolver en esta historia. Uno es el de los veinte vecinos denunciados por la APLU, entre ellos, el alcalde, el socialista Manuel Martínez, que están pendientes de juicio. La vista se había aplazado por el recurso presentado ante la Audiencia, pero esta lo rechazó, así que en cualquier momento pueden ser citados. Se les acusa de una falta de coacciones.
Esto puede terminar con una multa o con el caso archivado. «Estamos tranquilos porque sabemos que fixemos correcto», dice el alcalde.
Guardia civil expedientado
El otro fleco es del guardia civil de Becerreá expedientado porque supuestamente no colaboró con la Policía Autonómica en la demolición. Tuvo cinco días de suspensión de empleo y sueldo, pero la decisión está recurrida.
A mayores, en febrero la Xunta anunciaba que había abierto un expediente para expulsar a Becerreá de la APLU por «entorpecer» la demolición de la vivienda. El Concello recurrió la decisión y, según explicó el regidor, no recibieron respuesta. Eso sí, la comunicación entre APLU y Concello continúa fluida como si nada hubiese pasado: «Aínda o día 2 nos mandaron un expediente», dice Martínez.
Las redes sociales se volcaron y los actos reivindicativos sumaron presión
La lucha de Lamas se reflejó también en Facebook, donde se creó la plataforma Salvemos a Casa de Luis, que en la actualidad cuenta con 754 miembros. Desde este grupo se coordinó e informó de cómo transcurría el caso y de las acciones organizadas para seguir con la resistencia, con fotografías incluidas. Su carta de presentación de Lamas relataba que la aldea está poblada por «irredutibles veciños» y que «resiste aínda e sempre ao invasor». A través de esa red se difundió también el dibujo de David Ouro, que ilustra perfectamente la lucha de José Luis y sus vecinos.
A este apoyo cibernético se sumaron otras iniciativas. Además de las concentraciones diarias ante la casa durante más de un mes y los vehículos tupiendo los dos accesos a la vivienda, el 17 de enero los comercios de Becerreá cerraron sus puertas media hora como señal de protesta. Además, desde ese día «ata a resolución do problema» el cura, Ángel Castro, dio permiso a los vecinos para utilizar las campanas de la iglesia «en voz de alarma» si llegaban agentes o máquinas de la APLU para «acudir a Lamas a facer forza contra esta inxustiza».
Además, no faltó el deporte solidario. Los vecinos Fernanda Follana, Ginés López y Luisa Felpeto organizaron un maratón de ciclismo de montaña de doce horas para apoyar a José Luis. También promovieron una ruta de senderismo de siete kilómetros.
Allí, ante la casa donde los vecinos soportaron frío, lluvia e incluso nieve, José Luis ofrecerá una churrascada esta primavera a todos los que le ayudaron.
La vivienda, rodeada de malos recuerdos, continúa vacía
«Na primavera farei unha merenda de churrasco ante a casa como agradecemento aos que me axudaron»
José Luis Díaz
A José Luis Díaz no le quedan ganas de irse a vivir a la casa que tantos quebraderos de cabeza le ha costado a él y a su familia, empezando por su padre, ya fallecido. De ahí que ni su madre, ni su hermano ni él mismo se hayan mudado todavía a la nueva vivienda, a la que solo le queda una mano de pintura por dentro. «A casa non ten culpa ningunha, pero sufrín tantos anos por isto, tráeme tan malos recordos que non teño idea de vivir nela», afirma Díaz.
Lo que sí hará es completar el proceso que le queda para legalizar la vivienda. Con la delimitación de núcleo aprobada, primero en el pleno municipal y luego por la Xunta, José Luis ha podido encargar un proyecto de la casa que tiene previsto presentar este mismo mes para que le otorguen la licencia que le falta.
En un principio, Díaz se había planteado incluso venderla, pero no lo hará por respeto a su madre: «Miña madre non quere porque esta era a ilusión de meu padre, así que non venderemos. Tamén pintaremos por dentro, farémolo por miña madre».
Lo mejor que se lleva de toda historia es el apoyo y la unión de sus vecinos, «isto xa é patrimonio do pobo», dice. Por eso organizará una merienda en su honor.