Fuente: El Progreso (12/05/2007)
El hombre, que se enfrenta a 9 años de cárcel, regentaba otro negocio en O Corgo
El ministerio fiscal solicitó ayer una pena de nueve años de prisión para K.S., acusado de prostituir a tres mujeres en un club nocturno de Becerreá. El hombre, de 29 años y natural de Argelia, regentaba otro negocio similar en el municipio de O Corgo.
Según reza el escrito de acusación del ministerio fiscal, el acusado regentó el club de Becerreá entre febrero y diciembre de 2005, cuando supuestamente ofreció trabajo a varias jóvenes extranjeras que carecían de residencia legal en España y que atravesaban situaciones de precariedad económica.
La acusación pública mantiene que el acusado cobraba a las chicas diez euros por cada servicio con un cliente, otros diez por las copas, y cinco por la calefacción, “obteniendo así unbeneficio económico de la prostitución”.
Las tres denunciantes —dos de las cuales no acudieron ayer al juicio— explicaron en declaraciones anteriores que el acusado les vendía cocaína en el propio club, descontando también de sus servicios el coste de la droga. La mujer que testificó en la vista dijo además que el acusado llegó a pegarle en una ocasión, “y le cogí miedo por que tenía una pistola en el coche”, dijo.
Durante el transcurso del juicio, celebrado ayer en la sala de lo Penal número 1 de la capital lucense, el acusado negó la versión ofrecida por las denunciantes y aseguró que todas ellas trabajaban en el club por voluntad propia.
Según declaró, las mujeres cobraban a cada cliente lo que querían y se quedaban con todo el dinero. “Mi único beneficio”, dijo, “eran las copas de los clientes y una cuota de 20 euros que pagaba cada chica por comer y dormir”.
El joven aseguró además que nunca traficó con drogas ni autorizó la venta o el consumo de cocaína en sus establecimientos, “y jamás tuve un arma en mi poder”, aseveró.
El acusado se encuentra actualmente en prisión por un delito relacionado con el tráfico de drogas. Según declaró, llegó a España en 1989 y trabajó de marinero, en la construcción y vendiendo pescado, hasta que alquiló los dos establecimientos de Becerreá y O Corgo.
Durante la vista se difundieron varias escuchas telefónicas en las que el acusado imponía multas a las chicas por no acudir a trabajar.