Fuente: El Progreso (15/02/2010)
Cada martes y jueves José Luis, Hugo y José recorren los 30 kilómetros que separan su Baleira natal de Becerrá para ir a entrenarse con su equipo. Media hora de ida y otra de vuelta. En total unos 180 kilómetros a la semana, incluyendo los partidos, que no les pesan a ninguna de las tres promesas del equipo alevín del Becerreá, de once años cada uno.
"En el pueblo hay solamente once niños, contando a las niñas claro. No da para hacer un equipo", explica dicharachero José Luis, que hasta hace no tanto pasaba las tardes en casa o en la calle haciendo "nada".
Algo tan sencillo y tan venerado por los niños como formar parte de un equipo de fútbol era prácticamente una misión imposible para los chicos de los pueblos salpicados por la comarca de Os Ancares. Y entonces apareció el Becerreá.
Con un equipo en Primera Regional y otro en la categoría juvenil, el presidente José Antonio Guerra pensó que sería una buena idea crear un equipo de alevines para niños de entre diez y doce años . El boca a boca extendió la noticia por las montañas de Lugo y, casi sin pretenderlo, el Becerreá se convirtió en el equipo de la comarca
"Somos la única entidad deportiva en toda la comarca. Antes, si los niños de Os Ancares querían jugar con un equipo tenían que desplazarse hasta Lugo o hasta Sarria", explica Guerra, que reconoce que el éxito de la convocatoria pilló por sorpresa a todos. La respuesta de los chavales propició que al año de crear el equipo de alevines se decidiera crear el de infantil. "Los chavales pasan de un año a otro de categoría y no queríamos dejarles sin equipo", comenta Guerra. Desde San Román de Cervantes, pasando por Baleira, Pedrafita y Navia, decenas de niños hacen el mismo recorrido cada día. Hay quienes tardan media hora, otros veinte minutos pero si algo tiene claro el presidente del Becerreá es que el mérito es de los padres. Son ellos los que al fin y al cabo se suben cada día la coche para llevar a los chavales hasta el campo. Son ellos también los que aguantan el frío y esperan a que los entrenamientos terminen para volver a Baleira, San Román o cualquier otro pueblo de la comarca.
"Sin los padres todo esto no sería posible. El mérito es suyo", afirma sin dudarlo Guerra. María José Silvosa es una de las madres de la que habla el presidente. "Son muchos kilómetros pero merecen la pena solamente para ver lo bien que se llevan los chavales", comenta María José mientras espera que sus dos hijos, Daniel y Alejandro, terminen el entrenamiento diario. Sin embargo, no son los niños y los padres los únicos en hacer kilómetros para acudir cada día a los entrenamientos. El técnico del cuadro infantil y alevín, el lucense Antón Méndez, recorre cada día la distancia que separa Lugo de Becerreá para entrenar a unos chavales para los que solamente tienen palabras buenas.
Diferencias
"La diferencia con los niños de las ciudades se nota. Todos son niños al fin y al cabo, pero aquí los chavales tienen acceso a muchas menos cosas y da la impresión de que por eso mismo valoran todo mucho más", cuenta Antón. Si lo normal en los equipos es marcarse una serie de objetivos deportivos, el del Becerreá no es otro que sobrevivir.
"Se está prestando un servicio muy importante para los chavales de la comarca", señala el técnico lucense, quien tiene claro que más que estrellas del fútbol lo que saldrá de las filas del equipo de la montaña son amigos. "Seguramente de no ser por el equipo no se hubieran conocido; ahora los miras jugar y reirse y sabes que se han creado amistades para toda la vida", apunta.
"Necesitamos que las instituciones se mojen"
No ha llovido en una semana pero no da esa impresión cuando se mira el campo del Becerreá. "Es muy complicado que los chavales entrenen en estas condiciones", explica el presidente, José Antonio Guerra. Los desplazamientos que deben afrontar los chavales para entrenar en otros campos cuando el de Becerreá no lo permite, así como la dificultades para disputar los partidos —los de alevines se juegan en Lugo—, suponen la cruzada del equipo. "Para que esta labor siga necesitamos que las instituciones se mojen y ayuden a crear un campo decente", solicita Guerra.